Por: Rubén González V. Head Hunter en Menahel Consulting
Para mí es nítido que todo dueño de empresa, emprendedor y ejecutivo que quiere dejar una huella profesional busca la excelencia en su determinada negocio, empresa u área de trabajo. Normalmente tenemos muy claro que es la excelencia a nivel de resultados, como por ejemplo un aumento en el volumen de ventas, las utilidades netas, la calidad en la operación y muchos parámetros según el tipo de negocios. Ahora bien, sabiendo que tipo de resultado quiero lograr, me resta ver como puedo evaluar de manera integral a un futuro colaborador que se integre de manera exitosa a una cultura de excelencia. Tiendo a pensar que las metas de excelencia deben atraer a profesionales excelentes, y de eso es lo que quiero compartir hoy con ustedes.
Actitud hacia los desafíos
Una de varias maneras de saber si alguien está enfocado en afrontar desafíos es medir cuan propenso es a la “excusitis”. Si bien es cierto, muchos de nosotros estudiamos algo en lo cual esperamos llegar a ser expertos, o al menos proeficientes, la capacidad de adaptación a un mundo profesional cada vez más inestable es clave para el éxito a corto, mediano y largo plazo. Si el contexto profesional es correcto y hay una buena oportunidad que un profesional se desempeñe bien, es difícil creer que la actitud hacia los desafíos es alta si escuchamos de nuestros candidatos el “yo no estudié para esto”, “mi perfil no es para esto”, “no soy para nada comercial”, “mis habilidades son estas y quiero que se las valore tal cual”, “quiero que valoren mi experiencia” etc. No digo que son respuestas ilegítimas si la oferta laboral se aleja demasiado de nuestro foco. Pero la especialización profesional de nuestros días no debe nublarlos y convertirnos ser especialistas en no aprender otra cosa que no sea mi vocación y mis aptitudes de nacimiento. Es decir, puedes persistir en esa actitud, pero el costo casi seguro es ver que el mercado te valorará progresivamente menos. En cierto modo, estamos siempre esperando a alguien que tenga el arrojo suficiente de afrontar lo desconocido con valentía y sea capaz de llevar a cabo una gestión que rompa límites, considerando lo competitivo del mercado hoy en día.
Disposición al aprendizaje
Muy relacionado a lo anterior, quiero puntuar que el hecho de no poner excusas, en ningún caso significa enceguecerse a nuestras propias falencias. Una parte de la excelencia consiste en pulir nuestras asperezas y entregar todos los días una versión mejorada de nosotros mismos. Conozco una tendencia de pensamiento que dice que en vez de preocuparnos tanto de pulir nuestros defectos es mejor enfocarnos en lo que realmente somos buenos. En gran medida es acertado y también seductor pensar así, sin embargo, la brecha entre nuestro estado actual y la perfección buscada suele ser amplia, y en algún momento de nuestro avance (suponiendo que nos interesa avanzar) implicará enfrentarnos a algún cambio en nuestra forma de hacer las cosas, un reenfoque de nuestros paradigmas o incluso presentar de una manera más atractiva lo que ya sabemos hacer bien, como trabajar nuestra marca personal, nuestro networking etc. Eso también es aprendizaje.
Ejecución
Finalmente todo debiera redundar en el axioma más básico del mundo profesional: “Hacer bien el trabajo para el cual fuimos contratados”. Demostrar día a día resultados cuantificables, participación relevante y concreta en los resultados globales de nuestra compañía y la capacidad de replicar esto en un nuevo contexto profesional. Al final del día, , nuestra actitud hacia los desafíos, nuestra capacidad de aprender y tantos otros parámetros de los que podríamos hablar, deben dar por resultado una gestión de calidad genuina, haciendo un buen matching entre los resultados de excelencia que espera nuestra compañía con nuestro propio desarrollo de este concepto.
Éxito!